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Paraguayo de pura cepa. Eñemoĩta piko tavycho!


           El paraguayo promedio es una “especie” rara, rarísima diría yo. ¿O no tanto? El paraguayo promedio casi siempre recurre al pasado con una mirada nostálgica, porque para él, el futuro está en el pasado. Hay épocas de oro y de gloria que frecuentemente evoca, no las puede superar. El paraguayo promedio se emociona al hablar de los indígenas guaraníes, del mestizaje, de la “garra guaraní”; pero al mismo tiempo, es indiferente a la miseria, a la marginación y al hambre que experimentan los pueblos indígenas actuales, en su mayoría. El paraguayo promedio ama al indígena, al de los museos, pero no a los “molestosos y sucios” que piden limosnas en los semáforos o a los que cierran puentes, ante la total desidia gubernamental y la eterna exclusión.
Hinchas paraguayos festejando un gol de la albirroja
Foto: Rpctv

            El paraguayo promedio rompe en llantos cuando rememora el sacrificio hecho por las mujeres paraguayas en la Guerra Grande; cuando habla de las “residentas”, su voz se quiebra. Lágrimas amenazan brotar de sus ojos ante la recreación de un escenario dantesco. “¡Viva la más gloriosa mujer de Sudamérica!”, grita con el puño en alto; pero al mismo tiempo, usa ese puño para golpear o amenazar, se calla ante las injusticias que viven las mujeres paraguayas actuales, nada dice ante los abusos de los empleadores hacia las obreras; permanece impasible ante el abandono de las mujeres campesinas, de las madres indígenas, de las jóvenes obligadas a prostituirse; se calla ante los abusos sexuales de las adolescentes “porque seguramente ellas se lo buscaron”…
El paraguayo ama al indígena, pero al de los museos
Foto de RT

            Si en la radio se escucha la melodía de “13 Tuyutí”, lanza un largo sapukai y su piel se eriza, recordándose de su abuelo o bisabuelo que defendió el sagrado Chaco, aunque no le molesta tanto la deforestación de los bosques chaqueños. Y cuando suena la triste música que dice “Allá en mi tierra bordeando el monte se extiende el campo de Acosta Ñu”, llega al paroxismo; nada le emociona más que hablar de los niños mártires, de los defensores de la patria. Es allí cuando llena de elogios a aquellos niños que ofrendaron su vida en defensa del país. Eleva el volumen de su música, acompaña la canción. Nadie como los niños paraguayos. Se emociona. Poco después, se sube en su vehículo y cuando llega al semáforo, se le acercan los niños paraguayos de hoy, los mártires actuales, con el propósito de limpiar el parabrisas de su auto. Allí pierde el control, los epítetos despectivos abundan: “haraganes”, “sinvergüenzas”, “por qué no se van a otra parte”, “deberían prohibirse los limpiavidrios”, etc, etc, etc. No baja su ventanilla, desde dentro hace un rotundo ¡no! a los niños que con sus pálidas manos hacen la figura de una moneda. Una desdentada sonrisa recibe como respuesta a su negativa. El paraguayo promedio es una especie rara, sin dudas.

         P.D.: Ni hablar de las reacciones ante las supuestas pretensiones de los argentinos de "apropiarse" de la chipa o del chipá guasu, el tereré, etc, etc.
Niños haciendo piruetas y pidiendo limosnas
Foto: HOY
Jorge Contrera

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