Breve descripción de las relaciones entre el gobierno francista y la Iglesia Católica
Una de las medidas del Dr. Francia contra la Iglesia Católica fue la prohibición de las procesiones de santos. Imagen meramente ilustrativa (Foto Abc Color) |
El
Doctor Francia, aparte de laicizar el Estado, también expropió a las órdenes
religiosas y de todas las órdenes eclesiásticas sus propiedades. De esta manera
se convirtió a los campesinos arrendatarios de la Iglesia en propietarios
libres; se limitó las actividades del clero e hizo que los sacerdotes vivieran de un
modesto sueldo del gobierno. Del mismo modo fue eliminado como tal y se
eliminaron los últimos vestigios del tribunal de la Inquisición.[1]
Por
lo mencionado, algunos autores sostienen que la política religiosa del Doctor
Francia tenía una particularidad ya que en ella“(…) se entrelazan de una manera compleja los principios de la Ilustración
y una razón de Estado revolucionaria-pragmática. El doctor Francia deja de
asistirá misa en 1818 manifestando su libertad de pensamiento en cuestiones de
fe. (…)”.[2]
Sin
embargo, no podría considerarse al Doctor Francia (al menos en su totalidad)
como una persona que pretendía aniquilar la religión. En ese aspecto se afirma
que “(…)
si bien se muestra como un gobernante sin ataduras religiosas, a su vez, está
convencido de la necesidad de la religión para la estabilización del orden
social (…)”.[3]
No duda, por consiguiente de ordenar la
expropiación económica como condición para un sometimiento riguroso de toda
oposición clerical, así como el pago oficial al clero y la subordinación del
culto a los intereses estatales. Se puede pensar en una Iglesia subordinada al
Estado, avanzando el régimen en el
proceso de nacionalización de la iglesia como protectora del orden.
Contradictoriamente, se mantiene la influencia de los paí cimentada en las creencias populares. Una inteligente
combinación entre creencia y racionalización que le permite al gobierno
mantener determinados controles sobre la población. Será el Estado Dictatorial
el que centralice y represente mucho de lo que antes estaba en particular
depositado en la iglesia, cuya imagen se ve afectada por su marginación del
proceso revolucionario.[4]
Por su parte, la
historiadora Ana Ribeiro explica que “(…)
en 1812 declaró abolida formalmente la Inquisición. Severas medidas se tomaron
contra sacerdotes “porteñistas” o “españolistas”, lo cual afectó a todas las
órdenes, pues por igual tenían “porteñistas” entre sus clérigos (…)”.[5]
La misma autora añade:
En el Segundo Congreso, el de 1814 (…)
se prohibió que los clérigos participaran como delegados. Uno de esos delegados
llegó a proponer algo que no obtuvo sanción general, pero que deja constancia
del nivel de anticlericalismo presentes en protagonistas de aquella hora: “El estado eclesiástico será precisamente
arreglado y modificado al sistema de la libertad de la Patria en todas sus
partes, de suerte que no podrá predicar, confesar, obtener ni gobernar o
ministrar sacerdotes alguno que no se decida por el sistema de la Libertad de
la patria o que no sea útil a la causa pública.”[6]
Una crítica de
un franciscano al Doctor Francia mediante la “Proclama de un paraguayo a sus
paisanos, hizo que el Dictador tomase duras medidas al respecto y en el año
1815 decidió lo siguiente:
“(…)
prohíbo y en caso necesario, extingo y anulo todo el uso de autoridad o
supremacía de las mencionadas autoridades. Jueces o prelados, residentes en
otras provincias o gobiernos, sobre los conventos de regulares de esta
república, sus comunidades, individuos, bienes de cualesquiera de las
hermandades o cofradías. Quedaban desligados de las jerarquías superiores de la
iglesia regional, por lo cual – determinó-
se gobernarán de aquí en adelante con
esta independencia, observando sus respectivas reglas o institutos, bajo la
dirección o autoridad del Ilmo. Obispo de esta diócesis, tanto en lo espiritual
como en todo lo temporal y económico”.[7]
En
1816, el Doctor Francia prohibió la realización de procesiones de santos y en
el año 1820 ordenó que:
“Se
abstengan de hacer semejantes reuniones, juntas o alistamientos, formando
cofradías o hermandades, o con cualquier otro color, título o pretexto, sin
expresa licencia de este Supremo Gobierno, con apercibimiento de ser castigados
como rebeldes, notificando a los demás de la misma nota, que para poder
alistarse en dichas cofradías, hermandades u otras congregaciones de
cualesquiera denominaciones que fuesen, deben acreditar y hacer constar
previamente un verdadero patriotismo mediante una adhesión decidida a la justa,
santa y sagrada causa de la soberanía de la República, y a su entera, total y
absoluta independencia de España, y de cualquiera dominación extranjera o de
gente extraña, dependiendo sólo de Dios Hacedor Universal y Criador de todos
los Mundos”.[8]
A
su vez, el historiador Richard Alan White en su profusa obra sobre el Doctor
Francia sostiene que el Paraguay había apoyado dos clases de élite que poseían
bases económicas distintas pero relacionadas entre sí, encontrándose en la
cúspide de la pirámide social a la antigua clase dominante española, apoyada
por la conservadora Iglesia Católica.[9]
En
1819 renunció el Obispo Panes ante la incapacidad de adaptarse a los cambios provenientes
desde el gobierno y fue reemplazado por el Vicario General Roque Antonio
Céspedes. Poco después, se fueron promulgando medidas que deterioraron en gran
manera el poder social, político y económico que ejercía la Iglesia Católica.[10]
El
descubrimiento de la conspiración de 1820 no sólo trajo apresamientos en masa y
ejecuciones, sino que modificó en gran manera el gobierno francista, volviéndose
aún más fuerte. Las medidas restrictivas alcanzaron a la Iglesia, decretándose
varios meses después la prohibición de las fraternidades religiosas y la
exigencia de prestar juramento de
lealtad al gobierno, por el Auto Supremo del 8 de junio de 1820.[11]
Por
el Auto Supremo de Francia del 23 de marzo de 1823, el gobierno secularizó los
monasterios expropió vastas propiedades de la Iglesia, medida que se aceleró al
año siguiente. A modo de ilustración de la extensión de las tierras de la
Iglesia se menciona que 876 familias fueron beneficiadas con lotes de las
tierras del Real Seminario de San Carlos solamente.[12]
Ya
en 1824, debido a la escasez de sacerdotes, el Doctor Francia decretó la
supresión de las comunidades religiosas pero sin prohibir el culto, atendido
por los pocos sacerdotes.[13]
La historiadora Ribeiro
añade que todas las propiedades de los conventos suprimidos pasaron a las manos
del Estado, que inventarió todos los bienes, incluidos los numerosos esclavos
de que era propietaria la iglesia; de esa manera los conventos fueron quedando
en la ruina, el Convento de la Merced, otrora sede de importantes congresos se
convirtió en parque de artillería; el Convento de la Recoleta en cuartel, el de
los Dominicos en iglesia auxiliar. Así las comunidades religiosas abandonaron
el país.[14]
La misma autora se hace
una interesante pregunta: “¿realizó ese control de la Iglesia paraguaya
solamente porque debía neutralizar su poderío para construir el suyo propio, o
tenía razones de otra índoles para tal accionar?”[15]
El gobierno francista
no sólo confiscó las tierras de la Iglesia, sino que también ejerció un control
financiero de la misma. Las parroquias locales tenían reglamentados sus gastos
a través de los gobiernos municipales y el gobierno nacional asignó salarios a
los clérigos, en 1824.[16]
En 1828, los excedentes
de la riqueza de las iglesias de todo el país comenzaron a confiscarse y jubiló
a sus tres canónigos de edad avanzada. Por lo tanto, en lo que restó del
gobierno francista, el Estado paraguayo solamente gastaba por la iglesia los
salarios del sacerdote de la Catedral y su sacristán, además de los gastos de
las misas semanales.[17]
Con estas medidas, la situación
de la Iglesia Católica en Paraguay se fue deteriorando de tal forma que, al
fallecer el obispo Panés en 1838, la misma se quedó acéfala, sin vicarios,
Provisores, Administradores eclesiásticos, Cabildo Catedral ni ninguna otra
autoridad. Por ello, a inicios de 1840, el clero católico estaba integrado sólo
por cincuenta y seis sacerdotes, la mayoría de ellos ancianos y enfermizos. Ante
esta situación, es comprensible el informe de los cónsules López y Alonso al
Papa Gregorio XVI que decía: “Puede
pensarse que ninguna otra Iglesia del Orbe cristiano católico Romano se habrá
visto en circunstancias tan tristes y afligentes como la Iglesia del Paraguay
siendo más punzante en su dolor la difícil comunicación con la Santa Sede, y lo
moroso del trámite a tan enorme distancia.”[18]
La iglesia había perdido su poder y había quedado sujeta en su totalidad al
Estado paraguayo.
Me encanta la imparcialidad con la que explicaste la relación del Doctor Francia con la iglesia católica, en diarios como ABC u otras fuentes pintan de monstruo al Doctor Francia por no dejar que la iglesia tenga el control que tiene ahora, sin duda una pena y creo que el Doctor Francia fue quien mejor supo manejar a la iglesia y como manipulaba a la gente, él era muy consciente de eso y creo que hizo lo correcto tomando las medidas adecuadas
ResponderEliminarFrancia nacionalizó la iglesia para asegurar la independencia paraguaya y evitar la influencia de un estado externo dentro del estado paraguayo. Mediante eso descubrió la conspiración para asesinarlo en 1820, por medio de la confesión de uno de los complotados. El sacerdote, al no depender del exterior, tuvo que llevar al confesado para que lo repitiera al dictador.
ResponderEliminarEntiendo que el doctor Francia actuó con mucha conciencia de los peligros que corría la independencia de la nación paraguaya recientemente liberada y muy presionada en sus fronteras. Sus medidas fueron cautelosas porque dentro de los límites fronterizos aún no bien determinados se convivía con personas peligrosas para el sostenimiento de la independencia. Su visión fue amplia y sus acciones justificadas.
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