El pensamiento de Barrett y el dolor paraguayo
RAFAEL BARRETT DANDO UNA CONFERENCIA EN EL TEATRO MUNICIPAL, 1970 - Obra de IGNACIO NÚÑEZ SOLER |
Los novecentistas se involucraron en la literatura, la historia, la sociología y la política, abarcando de esa manera, los aspectos más importantes de la vida social del país. En la cuestión política, las corrientes más dominantes fueron el nacionalismo y el liberalismo. Los nacionalistas reivindicaban el pasado heroico de la nación destruida por la Triple Alianza y los liberales denunciaban los estragos causados por las tiranías en el Paraguay. Las discusiones llegaron a tal punto en que se produjeron sendos enfrentamientos a través de los periódicos, Juan E. O`Leary representaba al nacionalismo y el liberalismo tenía como referente a Cecilio Báez.
En ese contexto histórico nacional apareció Rafael Barrett, un español que había llegado a nuestro país en 1904. Poco tiempo después comenzaron a aparecer sus escritos en forma de ensayos, cuentos, poemas y diálogos, donde denunciaba las miserias experimentadas por parte del campesinado paraguayo y muy en especial, la situación esclava del peón de los yerbales (mensú). La entrada de Barrett en el escenario novecentista significó el quiebre del debate entre nacionalistas y liberales y puso sobre el tapete la situación de exclusión de gran parte de la sociedad paraguaya.
Comparto una breve biografía del "más paraguayo de los paraguayos", publicada en la revista digital Viento Fuerte:
RAFAEL BARRETT: EL “HOMBRE ENTERO”
“El más paraguayo de los paraguayos”, el “Hombre entero” según las palabras del eximio poeta paraguayo y uno de los estudiosos de la vida de este escritor, nació el 7 de enero de 1876 y fue inscripto con el nombre de Rafael Ángel Jorge Julián Barrett y Álvarez de Toledo. Sus padres fueron George Barrett y Clarke y María del Carmen Álvarez de Toledo. Estaba emparentado por lo tanto con la aristocracia española por vía materna, según señala Miguel Ángel Fernández en el prólogo de Germinal. Es interesante destacar el origen de Barrett, quien, a pesar de pertenecer a una clase privilegiada, en su labor como periodista y escritor se inclinaría hacia la clase explotada y denunciaría con ahínco los abusos de las clases dominantes.
Siguiendo lo narrado por Fernández (1996), a pesar de su ciudadanía inglesa, Barrett era un español paraguayo, “puesto que aquí avizoró la luz de un nuevo mundo y se encendió el fuego de su esperanza de hombre entero” (p.15). Estudió en la Escuela de Caminos de Madrid y posterior a la muerte de sus padres, obtuvo sus bienes como herencia.
Barrett se formó en la misma época que la de los hombres de la generación del 98 quienes, conforme Fernández, realizaron en un principio una militancia en tendencias políticas radicales para posteriormente volverse hacia posturas “moderadas, tradicionalistas o incluso reaccionarias”. En contrapartida, con Barrett sucedió lo inverso, partiendo de una posición privilegiada, se identificó con las clases oprimidas y a su lado luchó hasta el fin de su corta vida.
Barrett dejó España y llegó a Buenos Aires aproximadamente en 1903, en agosto de ese mismo año comenzó a colaborar con la revista Ideas, poco tiempo después formó parte de la redacción de El Correo Español, donde aparecieron algunos artículos suyos. Posteriormente, pasó al periódico El Tiempo. Según detalla Fernández (pp.16-17), en Buenos Aires Barrett “(…) comenzó a ver la realidad social y a percibir las profundas contradicciones que estremecían a una sociedad fundada en la miseria humana. (…)”.
Su llegada a nuestro país se debió principalmente al clima político experimentado en 1904 a raíz de la revolución de los liberales. Como corresponsal de El Tiempo llegó a Asunción a finales de diciembre de ese año; menciona nuestro biógrafo que Barrett simpatizó con los revolucionarios liberales y desembarcó en el campamento de los mismos en Villeta, desde donde envió la única crónica al periódico (p.17).
Sus primeros trabajos luego de asentarse en Asunción fue el de auxiliar de la Oficina General de Estadística en enero de 1905, poco tiempo después fue nombrado como jefe de sección de la misma oficina, en reemplazo de Hérib Campos Cervera. Apenas estuvo en el cargo por un mes y pasó a trabajar como secretario general en el Ferrocarril. Resulta importante destacar que Barrett renunció a dicho a cargo por estar en desacuerdo con los maltratos sufridos por los trabajadores, esto sucedió en 1906. Se puede deducir que Barrett en todo trabajo que desempeñó, estuvo a favor de los explotados, postura que le valió muchos sinsabores, desde persecuciones, ataques personales y destierro.
Barrett contrajo matrimonio el 20 de abril de 1906 con Francisca López Maíz, Panchita, a quien había conocido poco tiempo antes en el Centro Español, club que reunía a personalidades importantes de la sociedad asuncena. Fernández destaca que el matrimonio y el nacimiento de su hijo influyeron enormemente en la vida de Rafael, a tal punto de compararlos con la decisión de entregarse por completo a las clases oprimidas de la época.
Como hemos expresado, Barrett se sintió identificado con clases explotadas de la época, tanto con los campesinos como con los peones que sucumbían en los yerbales. Respecto a eso, narra Fernández que “(…) su lucha por la redención social, no fue por cierto una mera pose, como en tantos otros, sino una opción existencial plenamente consciente y responsable, con la cual comprometía no sólo su inteligencia sino su vida entera. (…).” (p. 19)
Lo que son los yerbales, un conjunto de artículos que aparecieron en junio de 1908, a través de los cuales denunciaba la condición de esclavitud de los peones yerbateros le valió la ruptura con cierto sector de la sociedad y de algunos periódicos. Poco tiempo después de la aparición de estas denuncias, Albino Jara se hizo dueño de la situación política por medio de una revolución que destituyó al presidente Benigno Ferreira. Resulta relevante que en medio de la revolución, Barrett y su amigo Bertotto salieron a recoger heridos para socorrerlos (p. 20).
Peones yerbateros o mensú.
Luego de estos trágicos sucesos, Barrett (ya enfermo de tuberculosis) fundó el quincenario Germinal, a través del cual continuó denunciando las míseras condiciones de vida del pueblo y sus reales causas. Ya en San Bernardino, donde se refugió por su enfermedad, siguió denunciando a través de volantes, lo que se intensificó con la clausura de Germinal. Barrett fue deportado a Puerto Murtinho, luego a Corumbá y por último a Montevideo. En la capital uruguaya enlazó amistades nuevas y colaboró con el diario La Razón, actividad que deja de realizar a causa de su internación en el hospital, desde donde siguió escribiendo (Fernández, p.20).
Regresó a Paraguay y se afincó en una estancia de Yabebyry para luego establecerse en San Bernardino, desde allí colaboró con el periódico El Nacional, y por este medio continuó dando voces a las clases oprimidas a través de su escrito “Lo que he visto”, incorporado en la fecunda obra El Dolor paraguayo. En esa ocasión, el doctor Manuel Domínguez, de pensamiento nacionalista le retrucó con un artículo intitulado “Lo que Barrett no ha visto”, en el cual negaba lo que Barrett había denunciado. Éste contestó mediante su artículo desgarrador “No mintáis”.
A principios de setiembre de 1910 partió hacia Francia en busca de alivio. Estando en París siguió colaborando con periódicos paraguayos y uruguayos. Su muerte se produjo el 17 de diciembre de ese mismo año. Termina Fernández señalando “Había muerto el hombre, no su palabra, fundida ya en la sangre y en la conciencia de la humanidad oprimida” (p. 22).
Barrett (sentado) en compañía de sindicalistas revolucionarios, que fueron a despedirle en San Bernardino en vísperas de su partida a Francia. (1910)
La explotación del mensú, denunciada por Barrett en sus diversos escritos.
Don Ignacio Núñez Soler (1891 – 1983) pintó en diversas ocasiones la figura de Rafael Barrett, como en el cuadro en donde lo presenta pronunciando una conferencia para los obreros. Decía haber conocido al autor de EL DOLOR PARAGUAYO en el Centro Español, en cuyo restaurante él trabajaba como mozo en su juventud. Soler fue un combativo sindicalista revolucionario y también un pintor naïf muy apreciado por la crítica.
ResponderEliminarMuchas gracias maestro por los datos que compartís con nosotros y que enriquecen este humilde artículo.
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