“Reho va`erã kuartélpe oiko haĝua ndehegui hénte”
Lo mitã
Si hay
algo que le caracteriza a los paraguayos (al menos a un importante sector),
sigue siendo esa tendencia --al parecer irremediable-- al autoritarismo; entendiéndose
este como una actitud que pretende el uso y el abuso de la autoridad en las
diferentes esferas de la sociedad. No es de extrañar, por lo tanto, expresiones
tales como “ñande la ñamandáva”, “jajapóta jajaposéva” y otras similares. Este
autoritarismo, va muy de la mano con el militarismo.
No
obstante, dando vueltas a las páginas de nuestra historia, podemos percibir que “no siempre fue así”, al
contrario de lo que generalmente se tiende a creer: que siempre ha sido la
constante que y así será siempre. Si tomamos como punto de partida la
post-Guerra Grande, encontramos épocas en las que el militarismo tuvo una mayor
importancia por las circunstancias experimentadas en esos años: las asonadas, las revoluciones,
los golpes de Estado, etc. Pero, fue la Guerra del Chaco (1932-1935) el evento
que fortaleció el militarismo en nuestro país. A partir de este conflicto
internacional, se dio génesis a una nueva camada de paraguayos, “los defensores
del Chaco”, los que defendieron la soberanía nacional amenazada por los
hermanos bolivianos. Justamente el descontento de los excombatientes --sumados
a otros factores-- bien canalizado por Rafael Franco fue el que generó la caída
del liberalismo y dio paso a un rol protagónico de los militares en el gobierno
nacional. Este protagonismo, posteriormente también se observó en Estigarribia,
Morínigo y Stroessner. Es decir, desde 1936 hasta 1989 --exceptuando algunos años--, en Paraguay se
vivió una constante “vida política y social militarizada”.
Vidas truncadas, jóvenes prestos para la guerra Foto: Última Hora |
Tal es
así que --cuenta la historia-- la condición de paraguayo estaba supeditada a la condición de militar (de carrera o
de reserva, poco importa). De ahí que
para los padres y abuelos era todo un orgullo tener un hijo o nieto “sirviendo
a la patria”, sin importar --claro está-- que más que servir a la patria
estuviese sirviendo al coronel o general de turno en su casa o estancia. El
niño regresaba del cuartel --o de la casa o estancia-- hecho hombre, con una
experiencia de vida y una sólida formación militar; pero así también con
experiencias que preferiría olvidar, algunos moretones y en muchos casos, con
algunos vicios. Total, el ser hombre trae sus aditamentos.
Dicen
también que las madres de las bellas señoritas, ante la visita de algún apuesto
galán, no preguntaban si el agraciado era de buena familia o si tenía algún
trabajo seguro; nada más importante que saber si ya tenía la respectiva “baja”,
si ya había “servido a la patria”. En el caso afirmativo, se desbordaba la
alegría al no tener la obligación de ocultar la vergüenza. Si por desgracia de
la vida --que suelen caer sobre las familias más miserables-- se presentaba un
muchacho que no se había ido al cuartel o que había salido “inepto”, sobrevenían
los persignados y los lamentos. “Ndaha`éi
hénte che memby”, “no sirvió a la patria y no te va a servir a vos”. No
importaba que fuese un hombre de buenas intenciones, trabajador, etc. Si no
había “servido”, no servía.
Dando el "ejemplo" Foto: Abc Color |
Si en el
peor de los casos se presentaba un sujeto melenudo, barbudo y enclenque, el mismo
era recibido en el portón o no era recibido. La explicación: “ijavuku, oiméne comunista”; “ndohói kuartélpe,
upevarupi ijavuku”, “ofaltá chupe
tihéra”, “ko`ãva ho`u mitãme”; se oían decir. Quizá la melenafobia y la barbafobia
de muchos bienintencionados compatriotas hayan tenido su origen en esos años.
Vaya uno a saber.
Y
llegamos a la actualidad, muchos problemas que venimos arrastrando o siendo
arrastrados por ellos, siguen vigentes: la pobreza, la delincuencia, el mal
juego de la selección, la corrupción, etc, etc. Lo llamativo del caso es que,
para el paraguayo del siglo XXI (sí, siglo 21), la solución para todos los
problemas es el cuartel. Muchos de los que se fueron a “servir a la patria”
(recuerde que no importa si se fue a servir al General o al Coronel), llegan al
paroxismo al expresar que fue en el cuartel donde aprendieron las cosas útiles
de la vida; de nada prácticamente sirvió lo adquirido en casa o en la escuela,
no, el cuartel fue el forjador de su personalidad, de su hombría, etc, etc.
¿Hay delincuencia? Falta cuartel; ¿hay falta de respeto? Falta cuartel; ¿hay
pobreza? Cuartel; ¿faltan escuelas? Cuart… Un momento, respire profundo.
¿Realmente pensamos que el cuartel es la solución a los problemas acuciantes de
los jóvenes? Un servicio militar obligatorio como el nuestro, ¿es la varita
mágica que nos hará salir de este pantano de la ignorancia donde chapoteamos
desde hace décadas? Particularmente me sorprende que no podamos ver otras
soluciones a dichos problemas, y no solamente “otras soluciones”, sino
verdaderas soluciones. Es hora de desmitificar el militarismo y exponerlo en
toda su desnudez; capaz así podamos entender que la solución no está en saber
“mandar y obedecer”; sino en actuar con el uso de la plena conciencia.
"Falta cuartel" Foto: NP |
PD. Ya vendrán las reprimendas, aquí dejo algunas que se
pueden usar: “No te fuiste al cuartel,
qué vas a saber vos”; “Civilacho, por qué no te callás”; “Marica”; “El cuartel
no es hotel; es para verdaderos machos”; etc.
Firma: Un civilacho.
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