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PLAZA URUGUAYA


Una indígena siendo desalojada de la Plaza Uruguaya por policías.
Foto: René González

En estos primeros días de enero, sucedió en nuestro país más una muestra de la discriminación hacia quienes en otras ocasiones mencionamos que nos sentimos orgullosos de estar emparentados: los indígenas. Me refiero específicamente al caso del violento desalojo que se produjo contra los nativos Avá y Mbyá que hace cuestión de unos meses se asentaron en la Plaza Uruguaya, esperando una respuesta favorable a sus  reclamos.
No se pone en discusión que los espacios públicos son de toda la ciudadanía, y que se debe de alguna manera respetar el derecho a su usufructo; pero mis palabras más bien son dirigidas en contra de la represión que se produjo hacia los nativos y la increíble visión de los hechos de muchos paraguayos quienes apoyaron tal acción y hasta incluso pidieron más violencia en contra de estas personas que esperaban en este comienzo del nuevo año, una respuesta a sus pedidos.
Tampoco pondré en tela de juicio que personas inescrupulosas estén esperando beneficiarse detrás de los indígenas, o que inclusive existan líderes indígenas esperando obtener beneficios individuales,  porque eso no le quita el valor a los pedidos de la mayoría y puede solucionarse identificando a las mismas y procesándolas ante la justicia como corresponde. La cuestión aquí es que no se puede tapar el sol con un dedo y estar afirmando que los “indígenas quieren vivir nomás luego así”, que los mismos son “apáticos y haraganes” y que hasta sería mucho mejor que pasen a vivir en una especie de “campo de concentración”, fiel al estilo nazi, deseosos de lograr una “limpieza racial”. Todas estas expresiones se acercan más o menos a las expresadas por muchos compatriotas al respecto del desalojo de los indígenas, específicamente en las redes sociales; en ese sentido es impresionante la actitud etnocéntrica y que incluso raya el racismo que se observaron en las opiniones realizadas y, en ese sentido cabe mencionar que no es la primera vez que se nota esa actitud, pues en todas las noticias en donde se halla involucrado un nativo, las expresiones de odio y rechazo están a flor de piel, y no porque haya argumentos para las mismas, sino simplemente porque son indígenas, y a los indígenas (para muchos paraguayos) hay que odiarlos, porque son “la causa de nuestra pobreza” y nos dan una “mala imagen” ante el mundo. En ese aspecto, se puede afirmar sin temor a equivocarnos, que el desprecio hacia los indígenas continúa hasta hoy, e inclusive se puede decir que ha aumentado, a pesar de que se ha hecho un excelente trabajo ocultándolo bajo la alfombra, pero nada más exista un “motivo”, tal rechazo vuelve a aflorar.
Por todo esto, es urgente más que nunca entender que los indígenas no son el problema, pero que sí existe una problemática indígena que se convierte en una problemática de todo el país. Debemos comprender que tenemos una directa o indirecta cuota de responsabilidad por la situación que viven la mayoría de ellos. No me refiero a acciones cometidas por españoles o portugueses en la época de la colonia, existen causas que son incluso mucho más recientes, pues fuimos los propios paraguayos así como los extranjeros quienes de alguna manera nos hemos encargado de dar esta vida miserable que hoy en día tienen. Hay quienes piensan que los indígenas “desean nomás luego” llevar esta forma de vida, esas personas ignoran que hasta la década del setenta, cuando aun los nativos vivían en los bosques, muchos de nuestros compatriotas y extranjeros comenzaron una caza de indígenas, para talar sus árboles, principalmente en la zona de Alto Paraná y Caaguazú, de la misma manera se les mataba como si fueran animales, como nos dice un antropólogo: “matar un indígena era como matar un jaguareté”. Y así, cuántas crueldades más podemos mencionar, y todo ello realizado por las personas “civilizadas”, nuestros propios compatriotas.
Debido a todo esto, urge que acatemos nuestra responsabilidad, antes que nada como seres humanos, y luego como paraguayos, que una actitud etnocéntrica y hasta racista, bajo ningún sentido ayudará a dar soluciones a esta mísera vida que llevan la mayoría de los indígenas. Debemos hacer una causa común y en vez de despreciar y rechazar como lo hacen muchas personas, mirar un mismo horizonte en donde sea posible que indígenas y no indígenas puedan llevar una vida digna, una vida sin aprietos y sin crueles necesidades, a pesar de que para muchos “compatriotas”, es mucho más fácil tildarlos y englobarlos como “incivilizados y haraganes”, olvidándose por completo de su condición de ser humano y fomentando el desprecio y la desconsideración por los legítimos herederos de estas tierras. Pero como lo decía Pa`i Melià: “La sociedad paraguaya no está a favor de los indígenas”. Cada vez lo creo más, aunque me duela. 
Obs. Artículo para la revista El Tereré, Nº 19. 
Jorge Daniel Contrera Irala

Comentarios

  1. Respetar los pueblos originarios y sus derechos! que tristeza q pasen estas cosas en nuestra américa

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